En sus orígenes, la metformina procede de una hierba, Galega oficinalis, extendida por muchos países del mundo. Ya en la época medieval se utilizaba en pacientes que orinaban mucho, lo que hoy en día conocemos como diabetes mellitus. Como tal fármaco se utilizó por primera vez en Europa en 1957, en un estudio en el que se vio que bajaba la glucosa en personas con diabetes pero no lo hacía si la persona no tenía diabetes. A todos les producía diarrea.
Paralelamente apareció en Estado Unidos un fármaco similar llamado fenformina que originó acidosis lácticas, un tipo de enfermedad metabólica que puede ser grave. Esto hizo coger mala fama a la metformina que progersivamente fue desapareciendo del mercado.
En 1995 sus ventajas fueron redescubiertas y en estudios comparados con las sulfonilureas, los otros fármacos para el tratamiento de la diabetes del adulto que había, se vió que bajaba igual la glucosa sin ocasionar hipoglucemias ni subidas de peso que si producían las sulfonilureas.
A pesar de que el efecto intestinal de la metformina sigue existiendo pasó a ser el fármaco número uno en el tratamiento de la diabetes del adulto por su gran eficacia y pocos efectos secundarios si se respetan sus contraindicaciones.
Paralelamente apareció en Estado Unidos un fármaco similar llamado fenformina que originó acidosis lácticas, un tipo de enfermedad metabólica que puede ser grave. Esto hizo coger mala fama a la metformina que progersivamente fue desapareciendo del mercado.
En 1995 sus ventajas fueron redescubiertas y en estudios comparados con las sulfonilureas, los otros fármacos para el tratamiento de la diabetes del adulto que había, se vió que bajaba igual la glucosa sin ocasionar hipoglucemias ni subidas de peso que si producían las sulfonilureas.
A pesar de que el efecto intestinal de la metformina sigue existiendo pasó a ser el fármaco número uno en el tratamiento de la diabetes del adulto por su gran eficacia y pocos efectos secundarios si se respetan sus contraindicaciones.